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Por Nelson Torrenegra:
En sus 25 años de
estar viviendo en el puerto de Repelón, lo único que necesita es que haya buen
pescado, yuca y café
La era informática se tomó al mundo moderno sin pensarlo dos veces, simplemente llegó para quedarse y, casi todos la hemos asumido de manera vehemente. Hace un tiempo se decía que quién no tenía un correo electrónico, no existía. ¿Será que hoy, la persona que no tenga un dispositivo con acceso a la red, ni perfiles en redes sociales, es la que no existe?
Para Miguel Villa Ortiz, más conocido como “Miguelazo”, padre
de siete hijos y abuelo de siete nietos, esto es algo irrelevante, o
simplemente no es para él.
Miguelazo, nacido en Repelón el año 1940, dice que, en sus
25 años de estar viviendo en el puerto de Repelón, lo único que necesita es que
haya buen pescado, yuca y café. No hay mejor manjar que ese y para las fiestas,
nada supera al ron caña.
Miguelazo es quizá el ermitaño más famoso que ha tenido
Repelón hasta la fecha. Amigo del buen humor y de un café bien caliente, recibe
a propios y extraños que lo visitan, quienes al saber que existe alguien que
prefirió abandonar las comodidades del pueblo para irse a vivir a la orilla de
la ciénaga del guájaro, se adentran en el mundo de anécdotas y el buen humor
que lo caracteriza. Algunos visitantes no quieren llegar con las manos vacías y
le ofrendan café, panela -él sostiene que así sabe mejor el tinto-, arroz,
aceite y lo que le lleven; come carne roja, pero realmente prefiere la carne de
pescado, a la cuál le atribuye su estado de salud y vigor.
Este popular personaje, extraído de la singularidad del
caribe colombiano, ha tenido siete mujeres, pero solo con dos ha tenido hijos; fue
el primer damnificado de la inundación del 2010 en el municipio. Relata que
aquella fatídica noche antes de acostarse, como es su costumbre, se asomó a ver
el horizonte del embalse y notó que todo estaba normal. Mientras dormía,
comenzó a sentir que un extraño y frío fluido se apoderaba de su cama. Llamó a
su mujer angustiado sin saber que acontecía, y al querer poner los pies en
tierra firme entendió que este suceso no se trataba de algo bueno.
Para ese momento, era propietario de un cambuche improvisado
con tablas de madera, palmas y plástico para protegerse de la lluvia y el sol.
Como pudo, llegó hasta la canoa que tenía cerca de su rancho y subió a su
mujer, los dos gatos que lo acompañaban y unas cuantas pertenencias. Sin saber
que horas eran, comenzó a remar hasta llegar al lugar donde nació Repelón con
el Nombre de San Benito de las Palomas y que hoy día sigue conservando el mismo
nombre.
Las sorpresas no se hicieron esperar, y esta noche no hubo
excepción. Cuando quisieron llegar a San Benito, notaron que el agua había
avanzado más hacia adentro del poblado. El nuevo límite de la ciénaga ya no era
el puerto; ahora era el cementerio, lugar en dónde amigos, familiares y vecinos
de esta construcción esperaban por Miguelazo o cualquier otro pescador que
hubiese notado la inminente catástrofe.
El jefe, como designaron esa noche quienes veían llegar al
ocurrente sujeto, asomaba la proa de su canoa en la oscura noche y solo se
podía divisar bajo los rayos de la luna. Su única preocupación en ese momento
después de salir airoso hacía el pueblo, eran los patos que había dejado como
únicos testigos de esa trágica noche. Al calor de los mechones y linternas, la
gente al ver que el hombre que habitaba las playas que bordeaban el punto más
alejado del pueblo, venía en busca de tierra firme, comenzaron a gritar y
llorar preocupados, algunos dijeron que se iban para las montañas, otros no
dejaron de mostrar su preocupación y angustia, algunos hasta casi pelean; pero
el jefe, les calmó diciendo que esas aguas lo más lejos que llegarían, sería
hasta la plaza, y así fue, de la plaza central de la municipalidad no pasaron.
Al acabarse el problema de la inundación, mucha gente pensó
que el gran Miguelazo no iba a volver más a su más reciente morada, algunos
comenzaron a especular y preguntar que iba a ser de él, ¿cuál sería su nuevo
paradero?
El vigía de las costas de la ciénaga del guájaro en Repelón,
dijo que esa había sido su casa por más de 25 años y que de ahí solo saldría
muerto y la muerte aún no le iba a tocar el hombro. Un ex alcalde amigo del
icónico ciudadano, hizo tomar medidas en el terreno y le construyó una casa de
bloques con techo moderno, la cuál hasta la fecha es la casa de esta reconocida
figura del municipio.
Contrario a lo que se cree, va al pueblo cada vez que le
toca, pero con la desconfianza de regresar y encontrar que los ladrones le
hayan desbalijado sus pertenencias. Transita por las calles de su terruño cada
vez que cobra el subsidio del adulto mayor, va al médico, se enferma un
pariente o muere un conocido; visita a sus hermanas y parientes para saber cómo
están y llevarles la fuente de vida: el pescado de la ciénaga. Lo más lejos que
se ha despegado de su comarca, ha sido Barranquilla y Cartagena, ciudades a las
cuales califica de lo más lindo de Colombia, aunque, no sabría a cuál darle el
primer lugar en la actualidad.
Añora el Repelón del siglo pasado, cuando los maestros Ávila
y Montezuma, eran los que impartían educación de primera mano en el pueblo,
eran ellos los que inculcaban respeto y valores a todo el mundo. Cree que hoy
eso se hace más necesario que nunca. Las faltas de respeto de las nuevas
generaciones las encaminan a una senda destructiva, sin retorno y con las mañas
de las drogas, nunca debieron darse.
Él es la autoridad en esta zona del municipio. Quien quiera
que sea que llegue buscando alimento, o simplemente quiera ver el paisaje,
llega a este punto marcado en el mapa del ancestral San Benito de las Palomas y
por lo menos, una carcajada sale de aquéllos que por aquí pasan.
Lo único que realmente importa para Miguel Villa Ortiz, es
su vida en paz con la naturaleza, que no vayan a visitarlo los amigos de lo
ajeno, habitar la costa de la ciénaga y que haya abundante pescado, que eso es
lo que no lo ha dejado morirse cuando ha estado enfermo. Siempre que tenga
vida, estará presto para recibir las visitas de nativos y foráneos. Él es
Miguelazo, el guardián de la ciénaga del Guájaro en Repelón.


2 comentarios:
Compa. Sabroso la vida de mi amigo Miguelazo. Lo felicito viejo Nel
Que bien my llave.
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