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Por: Nelson Torrenegra Manjarrés.
En el mundo existen muchas cosas capaces de sorprender a sus moradores. Historias que surgen de la cotidianidad y de las costumbres de sus protagonistas; en cualquier país, en cualquier región del mundo al cual se pertenece. Pero lo que muchas personas no conciben muy rápidamente es que a las cuatro y treinta de la madrugada en Repelón, lugar en donde a las once de la mañana y a la sombra, reina una temperatura de treinta y ocho grados centígrados en cualesquier época del año, Gregorio del Cristo Figueroa, se levanta como es su costumbre de todos los lunes para tomar un baño antes de viajar a Barranquilla, en donde permanecerá hasta el viernes en la tarde trabajando en lo que más le gusta: “técnico reparador de equipos acondicionadores de aire.”
Abre la puerta trasera de su casa, la que lo lleva al patio, y cuando menos se lo espera. Le salta encima su perro guardián, al que él cariñosamente le ha dado el nombre de “Manso”, sin mencionar que éste ejemplar criollo con pintas tigrescas y el rabo mocho, es el temerario de la cuadra y cuatro calles a la redonda. Acaricia a su cánido amigo, se dirige hasta la alberca que está en la cola del patio, como es tradición en los pueblos de la costa caribe colombiana, llena dos baldes de agua, la cual por el simple hecho de permanecer destapada toda la noche, puede llegar a tener una temperatura entre los cinco y diez grados centígrados. Levanta uno en cada mano y Lucy, su esposa, le dice: “¿Mono, cuantas cubetas te saco?”, Él le responde –nada más dos, el agua no está muy caliente. Ah, y me sacas el jugo del congelador, pa’ que se vaya aguando -.
Para “El Mono”, como le llaman desde niño por su tez blanca y cabellos castaños, no hay nada en el mundo que se pueda comparar a un suculento baño con agua fría, y casi de inmediato tomarse un jugo de bocadillo con guineo bien frío. Pero sus ritos de higiene no son lo suficientemente placenteros sin entonar los mejores temas de la música ranchera de “Antonio Aguilar”, o “Pedro Infante”, su favorito, sin dejar de lado uno que otro vallenato de moda, preferiblemente de “Los Hermanos Zuleta”. Luego de ese baño tan energizante, “El Mono”, hace su desfile con la toalla semiamarrada a la cintura, atravesando toda la sala para llegar a su cuarto. Una vez allí; pone a funcionar su abanico Patton en la velocidad más alta, pero como es considerado el hombre más prevenido entre su familia, es consciente y sabe que la infraestructura eléctrica en Repelón es bastante deficiente, mantiene siempre al día sus tres amplificadores de voltaje, los cuales son revisados minuciosamente por él mismo todos los domingos en la mañana después de que acaba la misa, aunque le toque verla por televisión; esto, si la noche anterior le tocó atender la cantina que tiene diagonal a su casa, negocio heredado de una vieja pelea de gallos, y a su vez esta se constituye en su segunda entrada monetaria.
Un domingo en la mañana, siempre es bueno para arreglar cualquier aparato dañado que le lleven, y aunque nunca ha estudiado electrónica, no tiene problema alguno al momento de encontrar el daño. Y que decir de su otro pasatiempo: Regar las matas y la grama en el frente de su terruño ubicado en “La calle del Tamarindo”, nombrada así, debido a que en este sector era la única parte del pueblo en donde estaba sembrado el árbol que da nombre a “estas vainas con las que se hace chicha y que sirven pa’ purgante”, como lo relata su tío y gran amigo Fernando Trimigistro Figueroa, quien fuere conocido en su familia como “El Pollo”.
“El Pollo”, quien fue considerado como el más fuerte de los seis hermanos varones de su familia, era capaz de levantar seis sacos de yuca o plátano, atravesados por un listón, y como buen hombre de monte, se considera a sí mismo un madrugador por excelencia, y refiere que en ocasiones cuando se levanta y ensilla su bestia rumbo a la loma, ve a un lado de su casa, como el bus que va para Barranquilla, “no le cabe ni un alma” y al “Mono” siempre en los primeros puestos, pegado a la ventanilla como un niño que sale por primera vez del pueblo, recibiendo la suave y gélida brisa del amanecer repelonero en su rostro y parte de su brazo derecho, al momento de saludarse mutuamente.
Lo cierto es que muchas personas piensan que eso de bañarse a esa hora, y con el agua tan fría, no es normal. La respuesta del “Mono”, es muy sencilla. “Si no lo hago, de seguro voy a tener un día bastante tedioso y no podré hacer mi trabajo de buena gana”. El viaje a Barranquilla, transcurre totalmente en calma y sin ningún problema, obviando los cuatro o cinco atracos que le ha tocado presenciar en sus viajes de retorno a su natal Repelón, y que por supuesto siempre ha salido ileso.
Al llegar a la empresa donde labora, se pone el oberol y comienza a organizar sus tareas y obligaciones de la semana. Las noches transcurren en calma, como es lógico, Barranquilla está ubicada en una zona relativamente fresca en comparación con el valle en donde se encuentra ubicado el municipio de - San Benito de las Palomas- o mejor conocido como Repelón.
Y aunque ya son casi 20 años de ininterrumpidas travesías cada fin de semana, el “Mono” siempre siente la misma emoción de la primera vez que le tocó viajar, y añora con ilusión y ganas el viernes, cuando llega el momento de volverse a regocijar con las cuatro mujeres que más lo consienten y miman después de su señora madre: su mujer y sus tres hijas. Aún no se sabe de ningún otro familiar suyo que haya heredado esta novedosa forma de disfrutar los placeres del agua, muchos se preguntan cuando nació esta antártica afición, porque ni su misma madre era conocedora de los baños nocturnos en tiempos de lluvia, que solía darse para no perder la costumbre, como lo afirma él mismo.
“Yo me levanté una noche cuando caía una fuerte lluvia en el pueblo, con un calor de volcán a punto de estallar, que me quemaba la espalda, y le pregunté a mi hermano menor, qué si no tenía calor, y él me respondió que se estaba congelando, que le apagara el abanico o me lo pusiera todo”. Al cabo de quince minutos Gregorio Figueroa comprendió que este fuego también se apagaba con agua, y no habiendo mejor momento para ese fuerte chaparrón que caía sobre su pueblo, decidió lanzarse al arborizado patio de su casa, para no desperdiciar el regalo del cielo; aunque un poco temeroso del frío que de seguro le iba a dar.
Pero no fue así, y realmente no pensó que se iba a aficionar tanto por esta peculiar costumbre y solo hasta hace pocos años que sus padres y familiares han conocido con un poco de extrañeza el friolento gusto de este peculiar ser, nacido en un lugar en donde lo más frío que el clima ha dejado caer, es una pequeña granizada que duró solo cinco minutos hace poco menos de 20 años, y “El Mono”, por estar fuera de la localidad, no la pudo disfrutar.
Sus mejores amigos piensan que por esta gran hazaña, o más bien valentía de bañarse con el agua tan fría al “Mono” lo deberían postular para que le otorguen algún titulo en el famoso libro de los Guiness Records, pero él ni siquiera se acerca a ese pensamiento, ya que considera que la fama lo único que trae es problemas e incomodidades, posiblemente por eso es que nunca nadie a diferencia de su mujer lo ha escuchado cantar la triste ranchera de su inspiración la cual él ha llamado “Tú” y en el momento de llegar a la nota más alta, hay que quitar cualquier cosa de vidrio que esté cerca, o de lo contrario dejará de ser. Cuando llegue la jubilación, piensa irse a Barranquilla, para que sus hijas tengan un mejor futuro, pero no piensa olvidarse de Repelón, “Eso es imposible, nunca podré hacer tal cosa, ni si vivo en el polo norte”.


1 comentarios:
Excelente.El Mono
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