miércoles, 27 de febrero de 2019 0 comentarios

Repelón ha sido representado en la NASA en dos ocasiones.

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Por Nelson Torrenegra Manjarrés.

El nuevo despertar de los jóvenes del municipio.
Hablar de la NASA, es sinónimo de viajes espaciales, expedientes secretos X, algunos consideran la vida en otros planetas, investigaciones fuera de este mundo y en muchos casos, es pensar en humanos sobresalientes en conocimientos.
Para muchos es difícil incluso, pasar cerca de alguna de las instalaciones y dependencias de dicha entidad.
Gina Andreina Parada Coronell y Jesús Manuel Morales Miranda, los dos jóvenes, nacidos en territorio de Repelón, hasta la fecha han sido los únicos favorecidos para pisar suelo oficial de las instalaciones de la NASA y poder interactuar con las investigaciones grupales de sus respectivos colegios, aunque en fechas diferentes.
Gina es una chica que, a la edad de 12 años, a mediados del 2014, fue seleccionada en un grupo de 100 personas para ser evaluados y saber quién iría a representar a su municipio. Fue la única que respondió correctamente las 20 preguntas de cultura general que tenía el cuestionario, y quedó de primera en la evaluación, aún por encima de estudiantes de undécimo grado.
Hoy, a sus 16 años, piensa que las cosas de la vida son simples y que puedes tener todo lo que quieras tan solo con lucharlo. Por eso, está esperando graduarse para comenzar a prepararse, pues considera que ser dueño de tu propia empresa es la mejor de las inversiones del ser humano. Su otro sueño, es se sobrecargo en alguna aerolínea nacional o extranjera, y desde ya, estudia inglés, francés e italiano.
Jesús Morales, pasó por algo similar, se inscribió en una convocatoria en el primer semestre de 2017, la cual prometía llevar a una de las instalaciones de la NASA, al grupo de persona que adelantaran investigaciones sobre un proyecto que pudiera ser viable, y de este modo, tener el privilegio de representar al municipio.
Al momento de recibir la noticia, Jesús Manuel Morales, dio gracias al Todopoderoso, por qué él considera que siempre debe exaltar a Dios. Alega además que fue esa fe, en Dios, la que lo llevó a ese lugar de excelencia.
En este momento, él también está culminando sus estudios y tiene pensado estudiar ingeniería de sistemas. Ha sido el ejemplo por excelencia en su colegio y además de ocupar los primeros lugares, siempre tiene tiempo para ayudar a sus compañeros de clases.
Agradece también al alcalde Enrique Escobar, quien no dudó en apoyarlo para que el nombre de Repelón tuviera representación ante la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio.
Ambos son conscientes del potencial que tiene el municipio, en materia de jóvenes interesados en adelantar estudios de alto nivel y creen firmemente que, no serán los únicos que llegarán a sitios como este; incluso, consideran que las futuras generaciones, deberían llegar más lejos que ellos.
jueves, 18 de enero de 2018 1 comentarios

Gregorio Figueroa, Un esquimal nacido en la zona tórrida.

#ConexiónProvincia #ConexiónProvinciaRepelón #UnEsquimalNacidoEnElTrópico

Por: Nelson Torrenegra Manjarrés.
En el mundo existen muchas cosas capaces de sorprender a sus moradores. Historias que surgen de la cotidianidad y de las costumbres de sus protagonistas; en cualquier país, en cualquier región del mundo al cual se pertenece. Pero lo que muchas personas no conciben muy rápidamente es que a las cuatro y treinta de la madrugada en Repelón, lugar en donde a las once de la mañana y a la sombra, reina una temperatura de treinta y ocho grados centígrados en cualesquier época del año,  Gregorio del Cristo Figueroa, se levanta como es su costumbre de todos los lunes para tomar un baño antes de viajar a Barranquilla, en donde permanecerá hasta el viernes en la tarde trabajando en lo que más le gusta: “técnico reparador de equipos acondicionadores de aire.”
Abre la puerta trasera de su casa, la que lo lleva al patio, y cuando menos se lo espera. Le salta encima su perro guardián, al que él cariñosamente le ha dado el nombre de “Manso”, sin mencionar que éste ejemplar criollo con pintas tigrescas y el rabo mocho, es el temerario de la cuadra y cuatro calles a la redonda. Acaricia a su cánido amigo, se dirige hasta la alberca que está en la cola del patio, como es tradición en los pueblos de la costa caribe colombiana, llena dos baldes de agua, la cual por el simple hecho de permanecer destapada toda la noche, puede llegar a tener una temperatura entre los cinco y diez grados centígrados. Levanta uno en cada mano y Lucy, su esposa, le dice: “¿Mono, cuantas cubetas te saco?”, Él le responde –nada más dos, el agua no está muy caliente. Ah, y me sacas el jugo del congelador, pa’ que se vaya aguando -.

Para “El Mono”, como le llaman desde niño por su tez blanca y cabellos castaños, no hay nada en el mundo que se pueda comparar a un suculento baño con agua fría, y casi de inmediato tomarse un jugo de bocadillo con guineo bien frío. Pero sus ritos de higiene no son lo suficientemente placenteros sin entonar los mejores temas de la música ranchera de “Antonio Aguilar”, o “Pedro Infante”, su favorito, sin dejar de lado uno que otro vallenato de moda, preferiblemente de “Los Hermanos Zuleta”. Luego de ese baño tan energizante, “El Mono”, hace su desfile con la toalla semiamarrada a la cintura, atravesando toda la sala para llegar a su cuarto. Una vez allí; pone a funcionar su abanico Patton en la velocidad más alta, pero como es considerado el hombre más prevenido entre su familia, es consciente y sabe que la infraestructura eléctrica en Repelón es bastante deficiente, mantiene siempre al día sus tres amplificadores de voltaje, los cuales son revisados minuciosamente por él mismo todos los domingos en la mañana después de que acaba la misa, aunque le toque verla por televisión; esto, si la noche anterior le tocó atender la cantina que tiene diagonal a su casa, negocio heredado de una vieja pelea de gallos, y a su vez esta se constituye en su segunda entrada monetaria.

Un domingo en la mañana, siempre es bueno para arreglar cualquier aparato dañado que le lleven, y aunque nunca ha estudiado electrónica, no tiene problema alguno al momento de encontrar el daño. Y que decir de su otro pasatiempo: Regar las matas y la grama en el frente de su terruño ubicado en “La calle del Tamarindo”, nombrada así, debido a que en este sector era la única parte del pueblo en donde estaba sembrado el árbol que da nombre a “estas vainas con las que se hace chicha y que sirven pa’ purgante”, como lo relata su tío y gran amigo Fernando Trimigistro Figueroa, quien fuere conocido en su familia como “El Pollo”.

“El Pollo”, quien fue considerado como el más fuerte de los seis hermanos varones de su familia, era capaz de levantar seis sacos de yuca o plátano, atravesados por un listón, y como buen hombre de monte, se considera a sí mismo un madrugador por excelencia, y refiere que en ocasiones cuando se levanta y ensilla su bestia rumbo a la loma, ve a un lado de su casa, como el bus que va para Barranquilla, “no le cabe ni un alma” y al “Mono” siempre en los primeros puestos, pegado a la ventanilla como un niño que sale por primera vez del pueblo, recibiendo la suave y gélida brisa del amanecer repelonero en su rostro y parte de su brazo derecho, al momento de saludarse mutuamente.
Lo cierto es que muchas personas piensan que eso de bañarse a esa hora, y con el agua tan fría, no es normal. La respuesta del “Mono”, es muy sencilla. “Si no lo hago, de seguro voy a tener un día bastante tedioso y no podré hacer mi trabajo de buena gana”. El viaje a Barranquilla, transcurre totalmente en calma y sin ningún problema, obviando los cuatro o cinco atracos que le ha tocado presenciar en sus viajes de retorno a su natal Repelón, y que por supuesto siempre ha salido ileso.

Al llegar a la empresa donde labora, se pone el oberol y comienza a organizar sus tareas y obligaciones de la semana. Las noches transcurren en calma, como es lógico, Barranquilla está ubicada en una zona relativamente fresca en comparación con el valle en donde se encuentra ubicado el municipio de - San Benito de las Palomas- o mejor conocido como Repelón.
Y aunque ya son casi 20 años de ininterrumpidas travesías cada fin de semana, el “Mono” siempre siente la misma emoción de la primera vez que le tocó viajar, y añora con ilusión y ganas el viernes, cuando llega el momento de volverse a regocijar con las cuatro mujeres que más lo consienten y miman después de su señora madre: su mujer y sus tres hijas. Aún no se sabe de ningún otro familiar suyo que haya heredado esta novedosa forma de disfrutar los placeres del agua, muchos se preguntan cuando nació esta antártica afición, porque ni su misma madre era conocedora de los baños nocturnos en tiempos de lluvia, que solía darse para no perder la costumbre, como lo afirma él mismo.
“Yo me levanté una noche cuando caía una fuerte lluvia en el pueblo, con un calor de volcán a punto de estallar, que me quemaba la espalda, y le pregunté a mi hermano menor, qué si no tenía calor, y él me respondió que se estaba congelando, que le apagara el abanico o me lo pusiera todo”. Al cabo de quince minutos Gregorio Figueroa comprendió que este fuego también se apagaba con agua, y no habiendo mejor momento para ese fuerte chaparrón que caía sobre su pueblo, decidió lanzarse al arborizado patio de su casa, para no desperdiciar el regalo del cielo; aunque un poco temeroso del frío que de seguro le iba a dar.
Pero no fue así, y realmente no pensó que se iba a aficionar tanto por esta peculiar costumbre y solo hasta hace pocos años que sus padres y familiares han conocido con un poco de extrañeza el friolento gusto de este peculiar ser, nacido en un lugar en donde lo más frío que el clima ha dejado caer, es una pequeña granizada que duró solo cinco minutos hace poco menos de 20 años, y “El Mono”, por estar fuera de la localidad, no la pudo disfrutar.

Sus mejores amigos piensan que por esta gran hazaña, o más bien valentía de bañarse con el agua tan fría al “Mono” lo deberían postular para que le otorguen algún titulo en el famoso libro de los Guiness Records, pero él ni siquiera se acerca a ese pensamiento, ya que considera que la fama lo único que trae es problemas e incomodidades, posiblemente por eso es que nunca nadie a diferencia de su mujer lo ha escuchado cantar la triste ranchera de su inspiración la cual él ha llamado “Tú” y en el momento de llegar a la nota más alta, hay que quitar cualquier cosa de vidrio que esté cerca, o de lo contrario dejará de ser. Cuando llegue la jubilación, piensa irse a Barranquilla, para que sus hijas tengan un mejor futuro, pero no piensa olvidarse de Repelón, “Eso es imposible, nunca podré hacer tal cosa, ni si vivo en el polo norte”.
miércoles, 10 de enero de 2018 2 comentarios

Miguelazo: el guardián del Guájaro en Repelón.

#ConexiónProvincia #ConexiónProvinciaRepelón #ElGuardíanDelGuájaro

Por Nelson Torrenegra:
En sus 25 años de estar viviendo en el puerto de Repelón, lo único que necesita es que haya buen pescado, yuca y café

La era informática se tomó al mundo moderno sin pensarlo dos veces, simplemente llegó para quedarse y, casi todos la hemos asumido de manera vehemente. Hace un tiempo se decía que quién no tenía un correo electrónico, no existía. ¿Será que hoy, la persona que no tenga un dispositivo con acceso a la red, ni perfiles en redes sociales, es la que no existe?
Para Miguel Villa Ortiz, más conocido como “Miguelazo”, padre de siete hijos y abuelo de siete nietos, esto es algo irrelevante, o simplemente no es para él.
Miguelazo, nacido en Repelón el año 1940, dice que, en sus 25 años de estar viviendo en el puerto de Repelón, lo único que necesita es que haya buen pescado, yuca y café. No hay mejor manjar que ese y para las fiestas, nada supera al ron caña.
Miguelazo es quizá el ermitaño más famoso que ha tenido Repelón hasta la fecha. Amigo del buen humor y de un café bien caliente, recibe a propios y extraños que lo visitan, quienes al saber que existe alguien que prefirió abandonar las comodidades del pueblo para irse a vivir a la orilla de la ciénaga del guájaro, se adentran en el mundo de anécdotas y el buen humor que lo caracteriza. Algunos visitantes no quieren llegar con las manos vacías y le ofrendan café, panela -él sostiene que así sabe mejor el tinto-, arroz, aceite y lo que le lleven; come carne roja, pero realmente prefiere la carne de pescado, a la cuál le atribuye su estado de salud y vigor.

Este popular personaje, extraído de la singularidad del caribe colombiano, ha tenido siete mujeres, pero solo con dos ha tenido hijos; fue el primer damnificado de la inundación del 2010 en el municipio. Relata que aquella fatídica noche antes de acostarse, como es su costumbre, se asomó a ver el horizonte del embalse y notó que todo estaba normal. Mientras dormía, comenzó a sentir que un extraño y frío fluido se apoderaba de su cama. Llamó a su mujer angustiado sin saber que acontecía, y al querer poner los pies en tierra firme entendió que este suceso no se trataba de algo bueno.
Para ese momento, era propietario de un cambuche improvisado con tablas de madera, palmas y plástico para protegerse de la lluvia y el sol. Como pudo, llegó hasta la canoa que tenía cerca de su rancho y subió a su mujer, los dos gatos que lo acompañaban y unas cuantas pertenencias. Sin saber que horas eran, comenzó a remar hasta llegar al lugar donde nació Repelón con el Nombre de San Benito de las Palomas y que hoy día sigue conservando el mismo nombre.

Las sorpresas no se hicieron esperar, y esta noche no hubo excepción. Cuando quisieron llegar a San Benito, notaron que el agua había avanzado más hacia adentro del poblado. El nuevo límite de la ciénaga ya no era el puerto; ahora era el cementerio, lugar en dónde amigos, familiares y vecinos de esta construcción esperaban por Miguelazo o cualquier otro pescador que hubiese notado la inminente catástrofe.
El jefe, como designaron esa noche quienes veían llegar al ocurrente sujeto, asomaba la proa de su canoa en la oscura noche y solo se podía divisar bajo los rayos de la luna. Su única preocupación en ese momento después de salir airoso hacía el pueblo, eran los patos que había dejado como únicos testigos de esa trágica noche. Al calor de los mechones y linternas, la gente al ver que el hombre que habitaba las playas que bordeaban el punto más alejado del pueblo, venía en busca de tierra firme, comenzaron a gritar y llorar preocupados, algunos dijeron que se iban para las montañas, otros no dejaron de mostrar su preocupación y angustia, algunos hasta casi pelean; pero el jefe, les calmó diciendo que esas aguas lo más lejos que llegarían, sería hasta la plaza, y así fue, de la plaza central de la municipalidad no pasaron.

Al acabarse el problema de la inundación, mucha gente pensó que el gran Miguelazo no iba a volver más a su más reciente morada, algunos comenzaron a especular y preguntar que iba a ser de él, ¿cuál sería su nuevo paradero?
El vigía de las costas de la ciénaga del guájaro en Repelón, dijo que esa había sido su casa por más de 25 años y que de ahí solo saldría muerto y la muerte aún no le iba a tocar el hombro. Un ex alcalde amigo del icónico ciudadano, hizo tomar medidas en el terreno y le construyó una casa de bloques con techo moderno, la cuál hasta la fecha es la casa de esta reconocida figura del municipio.

Contrario a lo que se cree, va al pueblo cada vez que le toca, pero con la desconfianza de regresar y encontrar que los ladrones le hayan desbalijado sus pertenencias. Transita por las calles de su terruño cada vez que cobra el subsidio del adulto mayor, va al médico, se enferma un pariente o muere un conocido; visita a sus hermanas y parientes para saber cómo están y llevarles la fuente de vida: el pescado de la ciénaga. Lo más lejos que se ha despegado de su comarca, ha sido Barranquilla y Cartagena, ciudades a las cuales califica de lo más lindo de Colombia, aunque, no sabría a cuál darle el primer lugar en la actualidad.
Añora el Repelón del siglo pasado, cuando los maestros Ávila y Montezuma, eran los que impartían educación de primera mano en el pueblo, eran ellos los que inculcaban respeto y valores a todo el mundo. Cree que hoy eso se hace más necesario que nunca. Las faltas de respeto de las nuevas generaciones las encaminan a una senda destructiva, sin retorno y con las mañas de las drogas, nunca debieron darse.
Él es la autoridad en esta zona del municipio. Quien quiera que sea que llegue buscando alimento, o simplemente quiera ver el paisaje, llega a este punto marcado en el mapa del ancestral San Benito de las Palomas y por lo menos, una carcajada sale de aquéllos que por aquí pasan.



Lo único que realmente importa para Miguel Villa Ortiz, es su vida en paz con la naturaleza, que no vayan a visitarlo los amigos de lo ajeno, habitar la costa de la ciénaga y que haya abundante pescado, que eso es lo que no lo ha dejado morirse cuando ha estado enfermo. Siempre que tenga vida, estará presto para recibir las visitas de nativos y foráneos. Él es Miguelazo, el guardián de la ciénaga del Guájaro en Repelón.
 
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